CRONICA 5
Me gustaba ir temprano a Playa del Amor porque no había gente. Eventualmente me topé con algún pescador con navaja en mano, para luego sumergirse entre el alborotado mar de este lugar y desaparecer hasta después de un tiempo, emerger con algún manjar marino, langosta o pescado. Eso sí, saludaban y nunca se metieron conmigo. La gente de Zipo es cordial y amable. Es fascinante recorrer la zona observando el choque de olas que provocan refrescantes chapusones. Y para variar el vendedor de mota, quien tranquilo me hacía compañía platicando de esto o aquello.