CRONICA 4
Al día siguiente pese a la resaca, las olas doradas del mar me daban los buenos días. Invitándome unos ricos y picosos chilaquiles en uno de los pocos restaurantes que habían sobre la playa. Para luego después de ponerme bloqueador hasta el último rincón, solía caminar por toda la playa de más de un kilómetro como dios me trajo al mundo. Ese sol mañanero era todavía aceptable. Qué divertida me daba puliendo las plantas de los pies y bañarme en el mar, hasta llegar a Playa del Amor. Toda una aventura ese mítico sitio de verdadera gloria terrenal.